De la forma al polvo - Max Hernández Calvo

En “De la forma al polvo”, Andrés Marroquín Winkelmann toma el caucho como material paradigmáticamente moderno, con el cual alegorizar las tensiones de la modernidad y la contemporaneidad.


Varias cámaras de llanta de camiones mineros anudadas entre sí componen una “escultura oxigenada”, cuyas formas evocan la escultura modernista. La historia del arte trae de vuelta—oblicuamente—la referencia a la minería a través de los materiales tradicionales de la escultura moderna: mármol, bronce, acero, etc. Pero la apuesta moderna por la independencia del contexto, implícita en el pedestal, es duplicada mediante otro pedestal que presiona la pieza desde arriba: el entorno determina la forma final, cancelando el clásico ideal de autonomía del arte. 


Los dibujos en tinta de caucho—de la serie “Patrones de distancia”—y la instalación de caucho en polvo aluden a la idea de recorrido, de diseño, de patrón, de contorno y de dibujo. Estas piezas coordinan dos temporalidades y dos procesos distintos por los que se registra una huella: lo sincrónico (la marca de un contacto instantáneo, como una pisada) y lo diacrónico (la seña de una trayectoria en el espacio y el tiempo, como los rastros de un frenazo).


Cada dibujo parte de una figura básica (un elemento de la cocada de un neumático de camión minero) cuyo contorno es delineado siguiendo un espiral que termina por modificar su forma: el contorno interno y externo son distintos, si bien son trazados por una misma línea.


Este recorrido de una forma a otra genera imágenes que recuerdan a los juegos ilusionistas del arte óptico y a las formas contundentes del minimalismo (como un “Frank Stella de carretera”, a decir del artista), produciendo un patrón de repetición y de diferencia que insinúa procesos de transformación: semántica, cultural y estética.


La instalación con polvo de caucho introduce el material bajo otra forma. Su textura (y olor) evidencia la apuesta del artista por la materialidad. Una serie de líneas de limaduras y cenizas de caucho atraviesan la sala de exposición formando una imagen abstracta que recuerda dibujos minimalistas, diagramas matemáticos y planos eléctricos. Pero, una vez captada la imagen total, su forma evoca las huellas de una llanta a una escala enorme que habría cruzado la galería.


No obstante, frente a la labor industrial que subyace a este tipo de marca (el diseño ha sido tomado de las llantas de transporte pesado), estas líneas se basan en el trabajo artesanal: tanto la transformación de las llantas en polvo de caucho, como la formación de las líneas ha sido manual.


El artista enlaza el desciframiento de la huella (su origen) con la captación de su forma (el patrón). En otras palabras, el referente narrativo se articula a la experiencia de un Gestalt abstracto con derivaciones matemáticas, ópticas y geométricas.


Andrés Marroquín Winkelmann reconfigura el caucho en tres estados (líquido, en polvo y como una forma sólida industrialmente producida) para llevarnos por las derivas de nuestro tiempo. Transitamos del mundo moderno (donde el neumático es un objeto ubicuo) a la geometría abstracta de sus patrones gráficos (la cocada), a la topografía que produce el mismo material (la volumetría del caucho), e incluso a la geografía del territorio: bajo nuestros pies, kilómetros de paisaje recorrido por estos neumáticos y alterado por su presencia, tanto como las mismas llantas que dan lugar a estas formas.


Max Hernández Calvo